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El arcoiris como horizonte europeo
Un largo camino por recorrer
Un reportaje de Javier Conejero
L
a Europa del progreso, de las oportunidades y de los valores compartidos arroja muchas realidades que nos alejan del sueño. Indicadores económicos, democráticos o sociales que aplican un bálsamo de realidad al ideal europeo y nos enfrentan a una sociedad en la que ni todos somos iguales ni todo es tolerancia y respeto por el diferente. Cada mes de mayo, por ejemplo, la Asociación Internacional de
A fecha de 2022, solo la mitad de los 28 (ahora 27) países comunitarios han aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo. Esta unión igualitaria fue, durante años, la piedra angular del movimiento LGTBIQ+, y su aprobación provoca la falsa sensación de que se ha ganado una guerra, de que la igualdad plena parece, si no alcanzada, al alcance de la mano. Pero analizando la situación de estos 14 países (permitidnos seguir hablando de Reino Unido), vemos que el de la orientación y la identidad sexual es otro de los sueños europeos que aún no hemos alcanzado.
Así nos lo dice ILGA en su Rainbow Europe 2021, que puntúa a los 14 países con una media de poco menos de 65 puntos sobre 100. Así nos lo indica A long way to go for the LGTBI equality, del FRA, una macroencuesta sobre la diversidad sexual y la integración realizada en todos los países de la unión europea. Y así nos lo cuentan Gonzalo, Diego, Lucía, Héctor y Rafaela, cinco personas LGTBIQ+ con quienes recorreremos su propia realidad en uno de los países denominados como “paraíso” para el colectivo.
Sobre aquello de la libertad...
Países Bajos aprobó el matrimonio igualitario en 2001, aunque Dinamarca ya había legalizado las uniones de hecho entre personas del mismo sexo en 1989, cuando la Organización Mundial de la Salud ni siquiera había despatologizado las orientaciones e identidades sexuales (ocurrió en 1990). En España, tuvimos que esperar hasta 2005, momento en el que se aprobó una ley no exenta de polémica entre la derecha y el clero. “Fue un hito, un punto de no retorno”, dice Lucía (30). Existe la creencia de que, en efecto, el matrimonio igualitario es el fin de una lucha y el comienzo de otra diferente, aunque lo cierto es que ILGA no es especialmente benevolente con esta medida.
De los 9 países que han aprobado el matrimonio igualitario desde 2013, año del primer Rainbow Europe, varios de ellos han visto reducida incluso su puntuación en el informe, que año a año se hace más duro y exigente, “como corresponde a un mundo que se antoja más tolerante”. Países como Francia, Irlanda y Luxemburgo sí se dispararon en el estudio una vez aprobaron la medida pero, desde entonces, han seguido caminos muy diferentes. Una muestra de que legalizar el “sí quiero” no es, ni mucho menos, la medida definitiva. La pequeña Malta creció varios puntos tras su aprobación, pero el matrimonio se enmarcó dentro de otras medidas que, año tras año, lo llevaron de puntuar sobre 0 a ser el único país con más de 90 puntos en el estudio.
Rainbow Europe divide la evaluación de cada país en 5 grandes categorías: Igualdad y no discriminación, Crímenes y discursos de odio, Familia, Reconocimiento legal del género y de la integridad corporal, Espacio en la sociedad civil y Asilo. En el informe podemos consultar una puntuación detallada de cada país, pero la media de estados con matrimonio igualitario suspende en tres de ellas, y roza el aprobado en una más. Solo el reconocimiento de las familias, que suelen garantizar las leyes de matrimonio, y el espacio en la sociedad civil obtienen un aprobado mayoritario y en todos y cada uno de los 14 países. El resto de categorías quedan descubiertas, con retos que incluyen la prohibición de las terapias de conversión y el reconocimiento y la protección de las identidades transexual e intersex.
Legalizar el "sí quiero" no es, ni mucho menos, la medida definitiva.
Pero, ¿cómo traducimos esta evaluación de la situación legal, política y social al día a día de la comunidad LGTBIQ+ en los 14 países? El estudio ‘A long way to go for the LGTBIQ+ equality’, elaborado en 2021 por la Agencia Europea de los Derechos Fundamentales (FRA), es la mayor encuesta en la materia desarrollada en el continente, y nos ofrece información agregada y comparable alrededor de más de 50 preguntas. Preguntas como si evitas dar la mano a tu pareja por la calle por miedo a ser increpado o insultado: “Sí. De lo contrario, me siento incómoda de poder recibir miradas o incluso insultos.”, nos dice Lucía, una respuesta que subrayan Gonzalo (18), Rafaela (45), o el 52% de los participantes en la encuesta del FRA en los 14 países. En Francia, hasta el 72% toman esta decisión, una tendencia que veremos repetida conforme abordemos el resto de preguntas.
El 52% de los encuestados evita dar la mano a su pareja en público
Porque, mientras que el 19% de europeos en los 14 países, el 33% en los 28, evita determinados lugares por miedo a ser increpado o atacado por su condición, estas cifras vuelven a elevarse en el país vecino, que alcanza el 40%. En España, como ocurría con darse la mano, la cifra es más baja, del 32%, pero igual de preocupante. Héctor (35) no teme en exceso ir a un lugar, “creo que soy masculino y no me da mucho miedo”, mientras que Gonzalo (18) cree que quien quiera insultarle “lo hará en cualquier parte”. Hablando sobre lugares, la calle y los espacios públicos son los lugares donde más se produce esta ocultación o evitación, aunque son muchos los que señalan el trabajo o incluso el entorno familiar.
Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA) nos tira de las orejas en su informe Rainbow Europe sobre los derechos de la comunidad LGTBIQ+ en Europa. La Agencia Europea de los Derechos Fundamentales (FRA) nos avisa periódicamente sobre realidades que solo pasan en parte el filtrado de los medios. Y nosotros, a veces, nos limitamos a seguir perpetuando la idea del sueño europeo en el que todos cabemos y nadie sobra.
La moda del odio
Estas respuestas no serían posibles si no existiera un fenómeno mayor, más profundo y peligroso. O, al menos, resultarían más llamativas en una sociedad que, se supone, avanza. Pero ILGA y FRA tardan poco en dar nombre a ese fenómeno mayor: el odio. Es la categoría con peor puntuación en los 28 países comunitarios, y la segunda en los 14 países estudiados a fondo. Las más de 10 preguntas de ‘A long way’ que tratan el tema de la discriminación nos dan muchas pistas sobre cómo está transformando este odio nuestras sociedades o, más bien, sobre cómo está evitando que evolucionen hacia algo más positivo.
Austria, Alemania y Países Bajos obtienen las peores notas en su legislación y control sobre los crímenes y discursos de odio pero, ¿son también los países cuyos ciudadanos parecen más afectados por él? Alemania lidera el ranking en la pregunta “¿Has sufrido discriminación en los últimos 12 meses?”, seguido de Francia, España y Reino Unido. Todos ellos quedan por encima de la media en los 14 países, que se traduce en un 41% de respuestas positivas. “Sí” es también la respuesta que se repite en nuestras entrevistas, con Lucía (30) afirmando que ha ocurrido con su familia. En el trabajo, las cifras se moderan hasta el 20% de media, de nuevo con Alemania a la cabeza de un ranking en el que ningún país destaca de forma positiva. Las cifras crecen tímidamente cuando preguntamos sobre si se han percibido actitudes negativas en el trabajo en torno a las personas LGTBIQ+ en los últimos 5 años. Sí, nos dicen el 19% de los encuestados en los 14 países. Sí, nos dicen el 30% de los encuestados en Portugal. “Sí, chistes” o bromas “por cómo visto”, nos cuestan nuestros entrevistados.
El odio, como tantos otros fenómenos, tiene muchas formas. Hablamos de discriminación, pero tmbién podemos hacerlo de ataques directos, ya sean físicos o psicológicos. Del 41% de las personas que habían declarado sufrir discriminación, bajamos hasta el 4.4% que ha sufrido ataques físicos en los últimos 12 meses. Más del doble reconocen haberlos sufrido en los últimos 5 años. Por desgracia, ambos casos encuentran varios puntos en común con la discriminación: el hecho de que casi ningún país se escape de la media, y las bajas tasas de denuncia que se registra en todos y cada uno de ellos. Los casos de discriminación fueron reportados en menos del 12% de las ocasiones en los 14 países, y los de violencia física o sexual en solo el 24% de las veces. Entre las razones, destaca una que nos pone deberes como sociedad: “Porque no habría cambiado nada” (discriminación) y “Porque ellos no habrían podido o querido hacer nada” (agresiones). Respuestas similares a las que nos da Héctor (40), a quien “nadie habría tomado en serio”.
Entre las muchas formas del odio, está la de la propia cancelación y ocultación de la identidad de las personas. ILGA dedica varios apartados a estos conceptos en su estudio, y los resultados nos hacen cuestionarnos que es lo que no estamos haciendo. Tanto la UE como los 14 suspenden en “Reconocimiento legal del género y la integridad corporal”. Esto incluye la legislación sobre terapias de conversión, que solo están ilegalizadas en algunas regiones de España. También la no existencia de legislación específica para las comunidades transexuales o, especialmente, interesexuales. Y el suspenso absoluto sobre el reconocimiento del género no binario, que no existe en ninguno de los países estudiados.
La falta de denuncias continúa siendo uno de los problemas
de la lucha contra la LGTBIQ+fobia
Responsabilidades colectivas
No obstante, la respuesta aquí no es blanca o negra. Dice Diego (25) que “ha aumentado el odio y a la vez lo ha hecho la tolerancia”. Así lo creen ese 76% que habla sobre el aumento de la tolerancia y la disminución de la discriminación, debido principalmente a la visibilidad de personas LGTBIQ+ en diferentes ámbitos. “Ahora hay más visibilidad, más normalización. Ayuda ver hasta a políticos de derechas homosexuales”, dice Rafaela (45).
Un aumento de la violencia, o al menos una falta de decrecimiento de la misma, requeriría medidas reales. El ejercicio de una “responsabilidad colectiva” encabezada por los poderes políticos, jurídicos y de seguridad. Sobre los primeros, casi la mitad, el 45%, creen que el esfuerzo de los mismos para luchar contra la intolerancia no es suficiente. “Yo diría que en general hay bastante cobertura. Pero tampoco me veo a los políticos reconociendo que en España existiera este problema, si lo hubiera”, dice Rafaela (45). Y la pregunta no es ya si los políticos estarán dispuestos a reconocer el problema… ¿estamos dispuestos a hacerlo nosotros, como sociedad?
Cuando los resultados no indican aquello que nos gustaría, tendemos a buscar culpables: políticos, sociales, personales. Pero, ¿no deberíamos, acaso, asumir que todos somos responsables? ¿O, por el contrario, hablar de una responsabilidad colectiva no hará más que desdibujar el problema?
Casi el 24% de encuestados cree que los prejuicios y la intolerancia contra el colectivo LGTBIQ+ han crecido en los últimos 5 años. Francia encabeza de nuevo una lista en la que España destaca con el 37 de respuestas afirmativas. Las razones se centran, por lo general, en los mensajes políticos de odio. Aunque “la situación general ha mejorado, hay más intolerantes y más ruidosos”, una intolerancia motivada “por los mensajes políticos”, según Gonzalo (18) directamente por la presencia de partidos de ultraderecha, y por la permisividad que tenemos como sociedad ante estas muestras de odio. Ante muestras de odio como la violencia que, para el 32% de encuestados en los 14 países, ha aumentado. En Francia esta percepción se eleva hasta el 73%, el 50% en España.
Analizamos tres de los casos más llamativos: los de Francia, España y Malta:
Un largo camino por recorrer
El informe del FRA se titula “A long way to go”, “un largo camino por recorrer”. Cuando pensamos en la situación desde fuera, puede darnos la sensación de que no es así, de que el camino está prácticamente recorrido con la aprobación del matrimonio igualitario y el aumento de la visibilización como punta de lanza. En parte es cierto: en nuestro país, por ejemplo, “hay esfuerzos como la Ley LGTBIQ+ o la Ley Trans que son grandes pasos para el colectivo”. Desmerecer el trabajo de las organizaciones, las autoridades políticas y la sociedad no es, ni debe ser, la intención de informes como Rainbow, que se vuelven más exigentes año a año. Por el contrario, el endurecimiento de las peticiones obedece más a un deseo de avanzar, de no quedarnos estancados en los primeros derechos, de no dar el partido por ganado cuando el equipo contrario ha reforzado sus posiciones ofensivas.
Envuelta en una nueva ola de ultraderecha y cuestionamiento de derechos, incluso los países europeos con matrimonio igualitario se enfrentan hoy a un debate sobre sus modelos de familia y sus modelos de sociedad. Una vez superado el hito, es fácil pensar que el colectivo LGTBIQ+ está ganado o perdido, que no aporta más redito electoral que el de un electorado fiel y, con ello, es fácil olvidarlo. Olvidar que se registran acciones de odio, psicológicas, físicas y sexuales. Olvidar que España registra hoy la misma puntuación del bienestar que en 2013, y que países como Francia o Alemania han retrocedido en todos los parámetros.
A los viejos problemas se suman los nuevos. El aumento de la influencia de la ultraderecha, en ocasioens con mensajes claramente homófobos; la legislación entorno a realidades que quedaban invisibilizadas, como la trans, la intersexual o la no binaria. La ampliación de derechos básicos como la identidad y el asilo, y la lucha activa por los derechos no solo en el país, sino en el resto de la comunidad europea y en el mundo, donde persisten los delitos de identidad y los castigos por orientación sexual.
Queda un largo camino por recorrer, y los datos deben ser el mapa que nos indiquen el recorrido a seguir.
Rainbow Report (ILGA)
A long way to go for LGTBI equiality (FRA)
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