Es curiosa la forma en la que elegimos a nuestros iconos. A veces, lo hacemos porque nos sentimos identificados, o simplemente porque aspiramos a ser como ellos. En otras ocasiones, valoramos con ojo crítico sus cualidades artísticas, deportivas, físicas o humanas. Sin embargo, creo que, de forma mayoritaria, elegimos a nuestros iconos con el corazón, yendo más allá de la identificación, las aspiraciones, y las cualidades.
Desde hace años, puedo recordar una canción de Rihanna en casi cada uno de los momentos y etapas más importantes de mi vida. Mucho antes de considerarme un fan de pleno derecho, me había enganchado a Umbrella o había aborrecido (sí, aborrecido) Disturbia. Esto último cambió, que conste. Antes de autodefinirme cono Navy, había bailado Unfaithful en fin de curso, coreado Don't stop the music y escuchado Russian Roulette junto a mi primera amiga de la Universidad. Había defendido lo genial que era Only Girl y lo mucho que me gustaba Complicated y, como todos, había sentido la música en estado puro con Where have you been, Love the way you lie o la icónica We found love.
Entonces, llegó Diamonds. Rihanna se encontraba ya entre mis cantantes de cabecera, en una época en la que Within Temptation y Vetusta Morla eran, junto a los clásicos Amy + Michael, mis referentes musicales. Aquel tema medio-tiempo agitó algo dentro de mí desde la primera escucha, y vino asociado a una época que hoy recuerdo como una de las mas dulces de mi vida. El éxito de la canción -por lo que era fácil escucharla en cualquier lugar-, las icónicas actuaciones de este himno y el que es uno de mis videoclips favoritos de todos los tiempos, hicieron el resto. A partir de ahí, repasé una discografía que me era más conocida de lo que pensaba, seguí el lanzamiento de cada nuevo single o videoclip, disfruté de Unapologetic como un niño pequeño, y seguí creando más y más recuerdos y experiencias asociados a Rihanna.
Más allá de Diamonds, California King Bed, Fire Bomb, Last Song o You da One se convirtieron en la banda sonora de los momentos más felices y más tristes de mi vida. Viví la caótica era R8 junto a fans que sólo conocía a través de las redes sociales, y recibí ANTI como una verdadera revelación. Pude culminar mi relación con la de Barbados en el ANTI World Tour de Barcelona, hace ahora siete meses. Una de las mayores y mejores experiencias de mi vida, uno de los recuerdos que compartiré con mis sobrinos, hijos y nietos en el futuro.
Me considero una persona más inconformista que rebelde. No soy precisamente exitoso, y tampoco observo mi cuerpo como un templo. No, no soy Rihanna... y, sin embargo, me identifico con ella. Robyn jamás sabrá de mi existencia, y sin embargo ha sido y es una gran amiga. No puedo gastar cientos de euros en merchandising y conciertos, pero cada póster, camiseta o álbum que poseo son poco menos que un tesoro.
Hoy, Robyn Rihanna Fenty cumple 29 años. Y yo no puedo hacer más que felicitarla y, ante todo, darle las gracias por su música, de todo corazón.
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