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Oda a Johto (casi) dos décadas después

  • Foto del escritor: Javier Cone
    Javier Cone
  • 14 nov 2017
  • 2 Min. de lectura

1999. Tras el quizá inesperado éxito de una franquicia basada en curiosos monstruos de bolsillo, Game Freak lanza Pokémon 2 en forma de Oro y Plata. Un tiempo después, el juego llega a España, en plena efervescencia del fenómeno en Occidente. En mi primera comunión, recibo una Game Boy Color y una copia de Pokémon Plata, mi primera experiencia real con una saga mágica, que hasta entonces sólo conocía a través de tazos, cromos y serie de televisión. La elección de Totodile como inicial -pensando que era una cría de dragón-, las horas y horas paseando por los caminos de Johto, los días perdidos frente al Sudowoodo de la Ruta 36, o intentando saber qué había después de la costa de Ciudad Olivo -porque ni imaginaba la existencia de Surf.- Las charlas con gente con la que nunca habría imaginado hablar, siempre basadas en Pokémon, o la captura de mi primer shiny (en aquel entonces los llamábamos "pokémon dorados")… Recuerdos que me hacen valorar y querer esta generación de la saga por encima de ninguna otra. Pero, ¿realmente son tan buenos Pokémon Oro y Plata? ¿O me ciega –nos ciega- la nostalgia?

En febrero de 2016 jugué a Pokémon Amarillo en la consola virtual de 3DS. Fue un placer volver -por tercera o cuarta vez- a la región donde comenzó todo, pero mi experiencia fue bastante regular. Obviando la nostalgia, los personajes y la gran banda sonora, me sorprendió comprobar lo mal que había envejecido el juego frente a otros de su época, que siguen gozando de buena salud hoy día. Pese que no había pasado mucho tiempo desde mi última partida en segunda generación, temía que ocurriera lo mismo, y que mi vuelta a la Johto de 8 bits no fuera una experiencia plena. Nada más lejos de la realidad.


La mejora gráfica y de diseño que trajeron consigo estos juegos respecto a sus predecesores los ha ayudado a conservarse bien, más aún en un momento en el que el Pixel Art resurge en el mundo de los videojuegos. Una vez más, el ambiente tradicional de Johto y el contraste con la moderna –aunque recortada- Kanto, sumado a los miles de recuerdos que me asaltaban a cada paso, me hicieron disfrutar cómo sólo podría hacerlo un niño. No era nostalgia, era diversión. Era volver a escuchar la magnífica banda sonora, volver al único juego con dos regiones (con permiso de sus remakes), era disfrutar de una generación que, si bien no es la mejor en cuanto a diseño de pokémon, contiene alguno de mis monstruos favoritos.


Volver a vivir todo eso, precisamente cuando la saga atraviesa un nuevo momento de fama y cuando prepara su abandono de las portátiles para dar el salto a las ligas mayores... Vivir todo eso cuando ya no es un niño quien lo juega, sino una persona que poco a poco se convierte en un adulto... Vivir todo eso ahora, fue tan gratificante como hace casi dos décadas. Fue una experiencia tan mágica como capturar a un Gyarados variocolor... como vencer a Rojo en la cima del Monte Plateado.

Gracias, Game Freak, por hacerlo posible hace 18 años. Gracias, Nintendo, por hacerlo posible,de nuevo, hoy. Gracias, Pokémon, por no dejarnos crecer.

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