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Foto del escritorJavier Cone

Una loca reflexión sobre la teoría de los deseos

Un día, hace un par de años, me contaron algo bastante interesante, una especie de teoría o clasificación de lo que llamaríamos deseos humanos. Quizá es demasiado idealista, pero cuando hablamos de algo tan abstracto como la mente, se trata simplemente de una forma más de acercarse a ella:

Simplificando, creo que los humanos deseamos de dos formas diferentes: real y desesperadamente.

Un deseo real es en realidad un "confío". Cuando deseas algo realmente:

- Estás seguro de que lo mereces, te ves digno de lograrlo.

- No te importa tener que esperar un tiempo a que llegue, a que la vida y tú os preparéis para tenerlo.

- No te importa tener que trabajar, o simplemente creer, para conseguirlo.

- Confías plenamente en que lo tendrás, de ahí las dos características anteriores. Y confías en que lo tendrás, porque estás convencido de que lo mereces.


Por lo tanto, un confío, un deseo real, siempre llega, y siempre lo hace en el momento oportuno. Y lo mejor es que mientras lo deseas, el deseo no te come, sino que te hace sentir bien, y te permite disfrutar de como te vas acercando a él, porque ves las pruebas, aunque las llegues a pasar por alto. Y te ayuda, te ayuda a ser tú mismo y a convertirte en la persona idónea para que ese deseo se cumpla, o bien introduce en tu vida los medios para que se lleve a cabo.


Un deseo desesperado, por el contrario, es un antideseo. Cuando deseas algo desesperadamente:

- No crees que lo merezcas, o al menos no realmente. Puedes pensar que "lo necesitas" o "te hace falta", pero no sientes que lo merezcas, no te sientes digno de él.

- El tiempo te apremia, te asfixia, no disfrutas de su espera.

- Necesitas pruebas constantes de que el deseo se acerca, si no, puedes cambiarlo o dejarte llevar por la desesperación.

- No confías realmente en que lo tendrás. Lo esperas, lo necesitas, y lo terminas convirtiendo en una utopía, una utopía que jamás alcanzarás porque, según tú, no la mereces.


Por lo tanto, un antideseo, un deseo desesperado, no llega, y menos en el momento en que lo quieres o necesitas. Lo peor es que mientras deseas, el deseo te come, te ataca, y, si es un deseo que va anclado a frustración o problemas, consigue el efecto contrario, el indeseo. En realidad, no es el propio deseo insatisfecho el que crea el indeseo, ya que este es obra del efecto que tiene el mismo sobre ti. El ver que el deseo no llega, el no recibir pruebas de que lo hará, provoca miedo, miedo a no recibirlo. El miedo se suma a la insatisfacción, y hacen que conviertas tu vida, o que te conviertas a ti mismo, en el lugar menos propicio para tu deseo. Por ejemplo, si deseas una moto desesperadamente, la frustración de no conseguirla te hará que, si tienes la oportunidad de coger la de un amigo para probarla, el miedo se apodere de ti y hagas que tengas un accidente con ella. Tras esto, tú (físicamente dañado) y tu vida, estáis en la situación menos adecuada para que el deseo se cumpla. Eso es el indeseo.

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