Últimamente oímos hablar mucho de esos señores, señoras y asociaciones antiabortistas... o pro-vida, que se lleva más ahora. De esos señores, señoras y asociaciones a los que les preocupa sobremanera que un ser que lleva engendrado días o semanas -vida, dicen ellos- muera a manos de esa "masacre" llamada Interrupción Voluntaria del Embarazo (lo que solemos llamar aborto).
Durante mi habitual vistazo a la prensa digital, me ha impactado un artículo de ElPaís.com. No por esperado resulta menos emocionante... y no por emocionante resulta agradable.
Os invito a leerlo al completo, pero quiero destacar un subtítulo:
Un millón de niños murieron en 2012 durante las primeras 24 horas tras el nacimiento
¿Os parece lo suficientemente grande? Creo que será mejor así:
Un millón de niños murieron en 2012 durante las primeras 24 horas tras el nacimiento
No es morbo, ojo, es realidad. Y leyendo, leyendo y leyendo... me han venido a la cabeza muchas cosas. Consumismo, irresponsabilidad social, etecé, etecé, pero también me acordé de esos señores, señoras y asociaciones antiabortistas pro-vida.
Y me llamó la atención el hecho de que no los he visto luchar, indignarse o manifestarse. Y eso que hablamos de niños NACIDOS, que mueren por masacres -con todas las letras-, como son el hambre y la pobreza. De niños nacidos que mueren durante sus primeros días o semanas de vida.
Y es que eso es PERDER LA VIDA. Y luchar por ellos, y por el final de esa situación, sería DEFENDER LA VIDA, ¿no?
Entonces, tonto de mí, me pregunto como es que esa gente demasiado buena, los que parecen tener el monopolio en la defensa de la vida, los que llaman asesinas a las madres que interrumpen su embarazo sea cual sea la razón, los que nos tildan de cómplices a todos los demás.. Me pregunto como es que esa gente demasiado buena no se siente cómplice de estar permitiendo -como todos- esta verdadera hecatombe. Cómo pueden seguir levantando la bandera del monopolio de la vida cuando las cifras de la mortalidad infantil siguen arrasando países del tercer mundo.
Y me pregunto si es que, como decía Muñoz Molina en su genial Verdades de Bolero (obra cumpre del periodismo para un servidor), esta gente demasiado buena no considera a esas víctimas... lo suficientemente buenas.
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